Convertirse en padres puede ser la experiencia más intensa, bella y agotadora de la vida. “Lo cambió todo”, es una frase habitual. Y sí, también cambió la vida sexual. No, no estáis solos: más del 60% de las parejas admiten que la llegada de los hijos ha impactado en su deseo, su espontaneidad o incluso en su autoestima sexual. Pero atención: que haya hijos no significa enterrar la pasión para siempre.
Tras el nacimiento del bebé, las prioridades y rutinas de la pareja dan un giro total. El cansancio, los cambios hormonales —tanto en mujeres como en hombres que participan activamente de la crianza—, la falta de tiempo y la invasión del espacio suelen enfriar el ambiente. La buena noticia: ¡hay vida (sexual) después de los niños!
El primer paso es normalizar el bajón de deseo. El cuerpo y la mente pasan por una auténtica montaña rusa, así que nada de presionarse ni de exigirse sexo de manual. Se trata de adaptar la sexualidad a la nueva realidad y de encontrar pequeños momentos de intimidad que os reconecten, aunque no sean los de antes.
Las parejas que recuperan su vida íntima tras la llegada de los hijos coinciden en algo fundamental: hablan sin tapujos sobre sus deseos, miedos y necesidades. Expresa tus emociones, explícale a tu pareja cómo te sientes, negocia tareas y tiempos… ¡nadie es adivino!
No tiene sentido obsesionarse por “volver a lo de antes”: lo inteligente es diseñar juntos un “nuevo ahora” erótico. Si ambos se sienten escuchados y apoyados, será mucho más fácil recuperar la complicidad.
Sí, todos soñamos con sexo salvaje y espontáneo como en las películas de Hollywood… pero ahora tu vida es más bien serie animada de bebés. Programar las relaciones sexuales no es triste: es inteligente, práctico y sexy a su manera.
Reservar tiempo para vosotros —aunque sea dejando a los peques con una abuela cómplice o intercambiando “canguros” con amigos— os permitirá crear rutinas de pareja y mantener el erotismo. Un simple toque, un masaje o una charla picante pueden reactivar el deseo.
La sexualidad no es una tabla de gimnasia olímpica ni un “checklist” genital. Besos, caricias, abrazos, juegos, masajes, miradas y palabras: todo suma para aumentar el deseo y fortalecer la intimidad. El contacto físico sin fines sexuales libera oxitocina y refuerza el vínculo de pareja, además de bajar el estrés y preparar el terreno para encuentros más apasionados.
Nada mata más el deseo sexual que la desigualdad en las tareas domésticas y la crianza. Distribuir las nuevas responsabilidades de forma justa no solo ayuda a evitar el agotamiento, sino que además fomenta el respeto y, oh sorpresa, el erotismo.
No olvidéis el autocuidado: dormir, pasear, verse bien y reconectar con vuestro propio cuerpo es clave para reactivar el deseo. Cuidarse no es egoísta, es vital para estar bien en pareja y en familia.
Los fallos logísticos, las interrupciones infantiles y las nuevas curvas corporales son terreno fértil para los complejos… o para las carcajadas. Tomarse la sexualidad con humor ayuda a relativizar las dificultades y a crear un ambiente seguro para experimentar.
Si las dificultades persisten, ni os avergoncéis ni lo guardéis en el cajón de los tabúes: pedir ayuda profesional puede ser la mejor decisión para cuidar la relación. Un sexólogo o terapeuta de pareja puede aportar nuevas herramientas y perspectivas para reencontrar el placer juntos.
El sexo tras la maternidad no se extingue, ¡se transforma! Con comunicación, humor, un poco de logística y mucha empatía, es posible mantener encendida la chispa (o al menos evitar que la apague la lavadora de los bodys). Y recordad: cuidar la sexualidad es también cuidar a la familia.